Mujer, ¿ayuda idónea?
Dios creó a la mujer para ser ayuda del hombre. Sin la mujer, el hombre aun en su perfección estaba incompleto. Dios creó a la mujer para ser una ayuda idónea. Ninguno de los animales podían proveerle al hombre la ayuda que necesitaba. Sólo la mujer podía hacer eso. «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias» (Pr 31.10–11).
Dios creó a la mujer para corresponder al hombre. Ella es similar al hombre pero algo diferente. Es el complemento del hombre, no su copia en carbón. Es para el hombre lo que una llave para un cerrojo y lo que una película para una máquina fotográfica, indispensable
1Co 11:11 "Sin embargo, como seguidores del Señor, la mujer y el hombre dependen el uno del otro."
De acuerdo con las Escrituras, la esposa fue creada para llenar las necesidades, las faltas, la incapacidad de su marido. Fue creada para ser la ayuda singular de su marido. Le ha de dar «bien y no mal todos los días de su vida» (Pr 31.12). Deberá ser como vid fructífera en la casa de su marido (Sal 128.3). Debe ser «una carne» con su esposo y esto solo ocurrirá en la medida que acepte y cumpla con el rol que Dios dispuso para ella en el matrimonio.
Esto no significa que todo lo que hace debe estar directamente relacionado con su marido. Tampoco quiere decir que nunca deba hacer algo en beneficio propio o de otros, o que jamás deba participar en actividades o ministerios fuera del hogar (Pr 31.10–31).
Significa, eso sí que jamás debe hacer algo en detrimento de su esposo o que le cause daño o que la obligaría a descuidar su ministerio primordial de ayudar a su esposo (Pr 31.10–31).
Ahora me gustaría sugerir formas específicas en que la esposa puede ayudar a su marido.
Puede ayudarle:
Haciendo que su hogar sea un lugar seguro: un lugar de aliento, comodidad, comprensión y refugio (Pr 31.11, 20).
No haga bromas acerca de él ni comentarios hirientes, tampoco le recuerde constantemente sus faltas, errores y fracasos. Corríjalo solamente si es absolutamente necesario y evite el peligro de dejar que el hogar esté desordenado y lleno de confusión.
También evite el peligro de hacer del hogar una sala de exposición donde todo debe siempre estar en su lugar y sin ninguna mancha. Los maridos quieren vivir en sus hogares, y no en una sala de exhibición.
Siendo confiable y formal (Pr 31.11–12).
Manteniendo una buena actitud (Pr 31.26, 28–29; Stg 3.13–18; Fil 4.4).
Dialogando abierta y honestamente, en amor (Ef 4.25).
Estando satisfecha con su posición, sus posesiones, sus tareas (Fil 4.6–13; He 13.5, 16).
Siendo sufrida, perdonadora y paciente (Ef 4.2, 31–32; Col 3.12–14).
Mostrando interés en sus problemas y asuntos (Fil 2.3–4).
Siendo miembro laboriosa, frugal, diligente, ambiciosa y creativa del equipo (Sal 128.3; Pr 31.10–31).
Ofreciendo sugerencias, consejo y corrección cuando es necesario, en amor (Pr 31.26).
Manteniéndose hermosa, especialmente en su ser interior (1 Pe 3.3–5).
Manteniendo una vida espiritual buena (1 Pe 3.1–2, 7).
Cooperando con su esposo en la crianza de los hijos (Ef 6.20; Pr 31.26–28; 1 Ti 5.13, 14).
Promoviendo lealtad a él en los hijos. Las actitudes de la esposa hacia su marido son adoptadas rápidamente por los hijos. Una falta de respeto o confianza en su liderazgo, quejas acerca de lo que ha hecho o ha dejado de hacer ejercerán una influencia debilitante sobre los hijos. Ella, con sus hijos o cualquier otra persona, debe evitar tomar una posición en contra de su esposo.
Debe apoyarle y cooperar con él en la disciplina. Toda diferencia de opinión acerca de la disciplina debe dialogarse lejos de los hijos.
Siendo agradecida. El aprecio debe expresarse libremente y en variadas formas (Ro 13.7).
Mostrando confianza en sus decisiones. Desdén, falta de confianza, ansiedad, u oposición fuerte a sus decisiones puede hacer que él se torne indeciso, defensivo o que no acepte ninguna innovación. Si la esposa duda de la sabiduría de alguna decisión importante, debe hacérselo saber sin amenazas, y descontar que hay algunos hechos o factores que ella desconoce y que en verdad él desea lo mejor para todos (1 Co 13.4–8).Esposas, Dios las ha llamado a someterse a sus maridos, a ser su ayuda idónea y singular.